La planta nuclear de Chernobyl

14.02.2012 10:38

A 15 AÑOS DE LA TRAGEDIA ATOMICA EN LA EX URSS
La planta nuclear de Chernobyl sigue siendo una bomba de tiempo

Fue cerrada en diciembre

  • Pero la coraza de cemento que protege el reactor accidentado está muy deteriorada


    Por LEON BASTIDAS Moscú. Especial para Clarín
    Quince años después del mayor accidente en la historia del uso pacífico de la energía atómica, la central eléctrica nuclear de Chernobyl sigue siendo hoy una amenaza latente para millones de personas y el medio ambiente.

    La explosión del reactor número cuatro, el 26 de abril de 1986, que liberó una cantidad de radiación equivalente a la de 500 bombas atómicas como la que arrasó Hiroshima, contaminó más de 150.000 kilómetros cuadrados de territorios de Ucrania, Rusia y Bielorrusia y mató en el acto a 31 personas, pero las víctimas mortales que se cobró Chernobyl en los años posteriores se cifran en unas 300.000, de acuerdo con datos no oficiales de organismos rusos, ucranianos y bielorrusos.

    La tasa de mortalidad más elevada se registró entre los cerca de 900.000 militares y voluntarios que acudieron a trabajar en la construcción del "sarcófago" y la desactivación de los territorios aledaños. De ellos, unos 55.000 han muerto en estos tres lustros como consecuencia de las altas dosis de radiación; otros 150.000 quedaron inválidos y cerca de medio millón requiere de atención médica de manera periódica.

    Aunque el 15 diciembre Ucrania clausuró la planta de Chernobyl, el peligro no ha menguado: casi doscientas toneladas de combustible nuclear siguen generando radiación letal dentro del "sarcófago", el gigantesco cubo de miles de toneladas de estructuras metálicas y de hormigón que cubre el reactor número cuatro de la fatídica central.

    El estado del "sarcófago" suscita preocupación entre los especialistas, pues con el pasar de los años su deterioro es cada vez mayor. Valentín Kupni, director del "Refugio", como se denomina oficialmente el ataúd de concreto en que reposan los restos del reactor número 4, fue destituido de su cargo después de afirmar que existía el riesgo del derrumbe de unos de los pilares de apoyo, con el consiguiente peligro de nuevas fugas de radiación.

    "No veo motivos para comenzar trabajos urgentes para fortalecer la edificación. No hay nada que indique que haya que dejar todo de lado y lanzarse a apagar el incendio", declaró por su parte Valeri Kulinishenko, copresidente por la parte ucraniana del proyecto internacional para convertir el "sarcófago" en una instalación fiable desde el punto de vista ecológico, con un costo de 758 millones de dólares.

    El director de la planta, Vitali Tolstonogov, ha admitido que el estado del "sarcófago" no mejora. "Tiene ya casi 15 años y debemos ser conscientes de que se trata de una instalación en estado indefinido debido a la alta radiación a la que se encuentra permanentemente sometida".

    Según el gobierno de Ucrania, los trabajos de mantenimiento del "Refugio" hasta el año 2015 tendrán un costo cercano a los 120 millones de dólares.

    Algunos expertos consideran que el único modo de garantizar la seguridad de Chernobyl es la edificación de un segundo "sarcófago" encima del actual, proyecto que requeriría inversiones por un monto de entre 1.500 y 2.500 millones de dólares.

    "El ''Refugio'' nunca ha sido una instalación absolutamente segura", declaró Vladimir Asmolov, director del Instituto de Problemas de Seguridad Nuclear de Rusia y uno de los diseñadores de la botella que encierra el genio de Chernobyl.

    En opinión de Asmolov, no hay nadie que pueda afirmar con certeza cuánto tiempo más puede resistir el "sarcófago" los embates de la radiación y, por tanto, la construcción de una nueva coraza de protección reviste carácter urgente.

    Bielorrusia, una de las repúblicas afectadas por el accidente nuclear, denunció que uno de cada cinco de sus ciudadanos y al menos 500.000 niños padecen diferentes enfermedades relacionadas con la radiactividad. También señaló que cerca de 1.800.000 hectáreas de suelos cultivables todavía se encuentran contaminadas y, de éstas, al menos 264.000 hectáreas no podrán ser utilizadas durante siglos.